Sabes exactamente qué hacer, cada paisaje te sorprende más que el anterior, todo es nuevo para ti, cada persona que vas conociendo por el camino te enseña algo nuevo, a lo lejos, el mar se entre deja ver en el horizonte, azul, agitado como si supiera que venias a verlo. El “día a día” tiene otro sentido para ti, sentir la libertad dejándote llevar...Tú solamente caminas.
Salvaje es la vida en el remoto pueblo en el desierto al sur de Madagascar, donde los niños juegan entre las olas con su tabla hecha con restos de madera. Salvaje es la isla pérdida en el algún mar cristalino y secreto de las Filipinas donde decidiste pasar la noche con tu tienda y que observa a lo lejos como el sol se va perdiendo, dejando un atardecer difícil de imaginar.
Esa manada de elefantes que, como es habitual, bajan a ese pequeño pueblo de Sri Lanka a ver si pueden robar alguna sandia o comerse algunas zanahorias de la huerta de algún vecino “poco” precavido. Salvaje es sentir algo que recorre tu cuerpo desde los pies hasta la cabeza erizando la piel, ver un nuevo horizonte ante tus ojos y solo pensar en sentirte libre.
Algo dentro de ti ha cambiado, sabes a donde ir, quieres conocer todos los mares y perderte en ellos, caminar hasta que el día termine para así estar un poco más cerca de donde te propones llegar. No conoces que es “salvaje” hasta que lo pruebas y ya no puedes dejarlo.
Los días pasan y sabes que estás haciendo lo que quieres, miras a tú alrededor y ves aquello que buscas. Ese aire con sabor a salitre que salpica tu cara por la mañana o esa carretera infinita con rumbo a lo desconocido que se presenta a ti justo antes de partir, son las señales que necesitas para saberlo y no, ya no puedes parar.